La designación del miembro de la Sociedad Rural Argentina (SRA) Manuel García Solá como integrante del Directorio de Conicet por parte del Gobierno fue el disparador por el cual  Armando Cassinera, Guillermo Folguera y Darío Aranda escribieron un artículo en la Agencia Tierra Viva en el que se realizaban una traza histórica del vínculo entre ciencia, Estado y privados.

Un vínculo que se profundiza cada vez más y que desde arriba se presenta como necesario para generar un círculo virtuoso que permita valor agregado para exportar e ingresar dólares, los cuales redundarían en beneficios para la población. Sin embargo, y por dar sólo un ejemplo, las consecuencias del modelo agroindustrial -que requiere grandes aportes científicos- han llevado a la devastación de los territorios, incluyendo en éstos no sólo aire, agua y suelo, sino también la prevalencia de enfermedades inéditas en la población.

Si es que ese círculo virtuoso se produjera, dónde llegarían esos dólares? a qué territorios? llegarían para remediar el daño que se hizo? proponemos zonas de sacrificio? En esta noche en después de la deriva, retomamos el espíritu del artículo y junto a dos de los autores y al médico Damián Verzeñassi tratamos de pensar el rol del sistema científico tecnológico en la lógica de la reproducción del capital y la resistencia de quienes piensan sus tareas como investigadoras e investigadores en función del bien real de las comunidades y la humanidad, sin estar medidados por la exigencia de divisas.

Nos preguntamos también si esta lógica responde sólo a la asociación con empresas privadas o si el Estado en sí no es un exponente de este pensamiento, o dicho de otro modo, si hay una manera de pensarl.  el rol de la ciencia al servicio de los pueblos en un mundo que está más bien al servicio del capital. Dispuestas y dispuestos a abrir estas preguntas, vaya esta Deriva buscando instalar, una vez más, la pregunta acerca del cómo queremos vivir.

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